El mes de octubre empezó con un mensaje claro para mi: Grace, ve más adentro. Llevaba varios días sintiendo poca claridad en lo que quería compartir y sobre todo, cómo quería decirlo. Tenía una gran necesidad de replantearme muchas cosas y aunque no estaba segura de cómo sería, si sabía que algo debía hacer para encontrar ese espacio y esa claridad.
La meditación se ha convertido en parte importante de mi vida, está dentro de las actividades de mi rutina diaria de bienestar y estoy totalmente convencida de todos los beneficios que trae porque los he visto en mí a lo largo de estos años desde que empecé a practicarla, sin embargo, me sentía estancada con mi práctica, sobretodo con una necesidad fuerte de darle más espacio al enfoque espiritual. ¿Qué estaba pasando conmigo? Independientemente de que mi propósito a través de AYA es compartir herramientas que ayuden a otras personas a Ser y Estar Mejor de pronto me cuestioné mucho desde dónde lo estaba compartiendo. ¿Me había dejado de ver a mí misma?, ¿Estaba perdiendo el enfoque de lo verdaderamente importante? Eso es justo lo que más promuevo en mis cursos y pláticas: “Ponte en primer lugar de tu lista”. Esta reflexión me llevó a revisar mi lista y sin duda, ya había varias cosas antes. Así que ese primer fin de semana de octubre supe que necesitaba buscarme tiempo, tiempo para escucharme, para abrazarme, para estar conmigo, para ir hacia adentro y poner un poco de distancia con la rutina.
Ese mismo fin de semana empecé a buscar opciones para irme a algún retiro. Mi primera opción de búsqueda fue Hridaya Yoga, una escuela que está en Mazunte, un pueblo hermoso en las costas de Oaxaca, a la que desde hace 5 años tenía ganas de ir. Un querido amigo, con quien hice mi primera certificación como Guía de Meditación, es maestro dentro de esa comunidad y desde entonces había querido conocerla. Pensé que con el tema del Covid podrían estar cancelados los eventos y me encontré con que, aunque habían estado cerrados, ya habían reabierto y había opciones para hacer un retiro de meditación y silencio de 10 días. Todo empezó a fluir, vi fechas, revisé mi agenda, hice algunas llamadas, me inscribí, compré el boleto de avión, encontré hospedaje. Con algo nervios en el estómago por sentir que dejaría todo una eternidad y sin dejar que la mente interviniera mucho, dispuse todo para irme el 15 de octubre.
Después de una semana de muchas cosas que acomodar y dejar listas, me preparé para irme a mi espacio conmigo. Ya había estado en un retiro de silencio de 5 días cuando visité la India hace casi 5 años además de otros retiros cortos en los que al menos 24 horas se hace Mauna (silencio). Después de muchos años de trabajo personal, el tema de estar a solas, conmigo y en silencio no es algo que me moleste o me confronte, al contrario, sin embargo estaba curiosa y abierta a todo lo que pudiera surgir.
Llegó el día y ese viernes llegué al aeropuerto de Puerto Escondido con muy bien tiempo para llegar a la plática informativa de un día antes en Mazunte. Hay una distancia como de 40 minutos en auto entre esos dos lugares. Fui a buscar un taxi y me encuentro con la noticia de que las autoridades de uno de los municipios entre ambas ciudades tiene prohibido el paso por la carretera a cualquier taxi que venga del aeropuerto. Escribo esto porque me queda claro que más allá del trabajo interior en silencio, con tus pensamientos en un ambiente seguro y amoroso, el trabajo también integra todo aquello que sucede en el “mundo real” y cómo vas reaccionando ante eso. Además de ese primer “inconveniente” la red, tanto de internet (4G) como la de telefonía, se cayó en toda la zona y por lo que me decían, podía tardarse hasta seis horas más.
El taxista del aeropuerto, después de decirme cómo estaba la situación, me comentó que tenía un compañero que se sabía atajos para evitar los retenes que estaban sobre la carretera. Me quedé callada por un momento pensando que nadie tenía idea de dónde estaba, el último mensaje se lo había mandado a mi hermana al aterrizar diciéndole que ya que estuviera en el taxi le volvería a escribir. Estaba completamente incomunicada y en ese momento, por primera vez (porque luego vendrían muchas más) escuché dentro de mi: Confía. El compañero de los “atajos” también era taxista del aeropuerto y de alguna manera siempre he pensado que los oaxaqueños son de los mexicanos más buenos y nobles. Respiré profundo, me subí al coche convencida de que algo más grande me venía acompañando. Sin señal y con algo de nervios tomamos el camino a Mazunte, ya no hubo necesidad de los atajos porque, no sé cómo, (bueno, sí sé 🙂) pasamos los dos retenes. Durante el trayecto veía cómo regresaban taxis y nosotros simplemente pasamos sin voltear, después del segundo retén me dijo: “¡lo logramos! ¿Ya vé? Sí va a llegar a su junta.”
Llegamos a Mazunte y yo seguía sin poder acceder a los datos de mi hospedaje. Me bajé del taxi y con una enorme gratitud, me despedí del taxista confirmando que la impresión que tengo por mis paisanos oaxaqueños es correcta. Así que con algunas referencias previas que tenía, llegué a Hridaya caminando con todas mis cosas logrando llegar a tiempo a mi sesión.
Hridaya Yoga está en una colina desde donde se ve el mar, justo entre Mazunte y San Agustinillo. Después de cerrar algunas cuestiones administrativas, me llevaron a un salón muy grande en donde debía escoger el lugar que sería mi espacio durante los siguientes 11 días. Sin pensarlo mucho, me dirigí a la tercera fila del lugar pegado a la ventana de mi lado izquierdo, me senté ahí, y me di cuenta que el lugar tenía el número 22, ese número se me ha estado apareciendo durante los dos últimos años de muchas maneras, y entre varios de los significados que he encontrado está el mensaje de: “estas donde tienes que estar”. Sin duda, eso me hizo sonreír y suspirar.
1. El patio central de la escuela 2. La vista desde mi lugar. 3. Mi lugar 🙂 4. La vista al mar desde la escuela
Empezó la sesión informativa en tiempo, se presentaron los que serían nuestros dos maestros, Iris, una mujer belga con una mirada y una voz muy dulce, y David, un chico de Boston con una energía hermosa, ambos, transmitiendo mucha paz. Conocimos también a la coordinadora del retiro, Allie, con quien, a través de notas, podríamos ver todas las cosas que surgieran durante esos días. Su energía y calidez fueron bien importantes en el proceso de todos. Fueron muy claros con las reglas, con la disciplina y nos explicaron cómo serían las actividades cotidianas. La sesión duró más de lo que pensé, yo no tenía nada en el estómago más que un café que tomé en el aeropuerto por la mañana, así que salí muerta de hambre, como a eso de las 7:00. Lo primero que quería hacer era llegar al lugar en donde iba a dormir, afortunadamente para entonces la red había vuelto, ya había podido avisar en casa que había llegado bien y revisar la ubicación de mi cuarto. Después de caminar alrededor de 20 minutos, llegué a mi airbnb, un cuartito muy lindo y muy sencillo, al que para llegar, había que subir muchas escaleras y una rampa bastante pronunciada, pero por lo mismo, al abrir la puerta, se podía ver el mar de frente. Después de dejar mis cosas e instalarme, fui a buscar algo para cenar, despedirme de mi parte social y regresar a dormir temprano para estar a las 7:00 a.m. del sábado en mi lugar 22 lista para la primera práctica de mis 10 días de silencio.
1. Parte de mi camino diario. 2. La última parte de la subida a mi cuarto. 3. La vista de mi cuarto al atardecer 4. La vista de mi cuarto al amanecer.
La escuela me quedaba más lejos de lo que yo pensaba, así que tenía que salir como con media hora de anticipación para llegar con calma a prepararme, aún no amanecía. Caminaba a través de la avenida principal, en tramos muy obscura, con el canto de los gallos anunciando el amanecer y la calle completamente vacía. Es inevitable, cuando vienes con la inercia de la ciudad, no sentirte un poco vulnerable, pero con los días fui agarrando confianza.
Después de una cálida bienvenida, empezó el silencio. Se dispuso desde el día anterior que los hombres se sentaran de un lado del salón, y las mujeres del otro, no entendí muy bien la razón, pero bueno, en total, éramos como 25 personas, con ellos, sin verlos, ni escucharlos iba a pasar los siguientes 10 días. La primera práctica de meditación fue de 7:00 a 9:00. ¡Uf! Ese primer día sentí una enorme resistencia, “¡cómo! ¿Dos horas seguidas?”. Mi mente se tardó en calmarse y como a los 45 minutos tuve que estirar las piernas y volver a acomodar la postura, la última media hora ya no podía dejar de pensar “¿cuánto faltará?” Y una vez más, regresaba: Confía. Los espacios de meditación eran completamente en silencio, Iris y David se turnaban los horarios, el que estaba, daba una pequeña introducción como de 10 minutos para establecer el enfoque de la práctica y después, entraba el silencio acompañado del sonido del mar a lo lejos, los ventiladores del techo, el viento, algunas veces algunos sollozos de alguna persona que algo estaba sanando, el trino de los pájaros y uno que otro insecto.
Los horarios para las actividades fueron iguales todos los días, lo que cambiaba eran los temas. Al terminar esa primera práctica al iniciar el día, venía el espacio de desayuno, de 9:00 a 10:00. Debo mencionar aquí que todas las comidas fueron un manjar, fue cocina vegana, deliciosa y abundante era imposible no estar completamente presente disfrutando cada bocado. Al terminar las comidas, cada quien lavaba y desinfectaba sus platos y utensilios. Muchísimas medidas de seguridad, al salir del salón, había que estar con cubre bocas y a cada tanto había una estación con todo tipo de desinfectantes. Me sentía segura. Regresábamos al salón y seguíamos con una clase de teoría con el enfoque de alguna tradición y una sesión de Hatha yoga de una hora y media; Y para cerrar esa primera parte del día, otros 30 minutos de meditación. De 1:00 a 4:00 era la pausa para comer y para descanso o tiempo libre, los primeros días, después de comer, ahí mismo en mi lugar, dormía una siesta o escribía. Los siguientes días caminaba hasta mi cuarto, me asomaba a ver el mar y caminaba un poco por la playa. La verdad es que el sol es demasiado fuerte para mi a esa hora, así que aprovechaba para irme a bañar y descansar un poco. Por la tarde regresábamos con dos horas y media de meditación, de 4:00 a 6:30, ese horario me costaba más que la mañana pero también fui viendo avances conforme pasaban los días. A partir de esa hora había un espacio para práctica personal, que podía ser más meditación, o yoga, o escribir y después pasar a la cena. Volvíamos a las 7:30, a esa hora se abría un espacio de preguntas y respuestas (la gente dejaba sus inquietudes y preguntas escritas en una papel dentro de un contenedor para que David, o Iris, los guías, las respondieran) y al final del día, otra lectura o sesión y media hora de meditación más para cerrar. Así que en total, cinco horas de meditación diarias. Mi mente, el primer día, empezó a ver un panorama más complicado. Qué interesante observar cómo va reaccionando la mente y cómo se van rompiendo sus paradigmas. Ahora que estoy de vuelta, sin ningún esfuerzo, me estoy despertando a meditar una hora. Quiero sostener esa práctica.
El primer día, entre el cansancio, un dolorón de cabeza, las 4 ampollas que me salieron por las caminatas del día anterior y las reminiscencias aún de lo cotidiano, sentí que iba a ser más difícil de lo que pensaba, pero volvía a mi mente: Confía. Al final, mi propósito principal era profundizar en mi meditación y algo que sí tengo clarísimo, es que no hay manera de que eso pase si no hay práctica, así que pensé, “con cinco horas diarias, en 10 días, seguro mi propósito se cumplirá.
Los temas que se dan en las clases son hermosos porque todo se enfoca en abrir el corazón. (Hridaya, significa “el corazón espiritual”). Me es difícil expresar con palabras todo lo que va surgiendo, porque en cada lectura, en cada sesión, hay una herramienta nueva que se pone en práctica durante los espacios de meditación; Y entonces, me venía esta sensación de estarlo haciendo por primera vez y aunque me sentía como principiante, también agradecí profundamente toda la experiencia previa que me permitía ya estar más familiarizada, tener más clara mi postura cómoda, poder relajar mi cuerpo y abrirme a la experiencia sin tantas resistencias como cuando empecé a hacerlo hace ya varios años.
Desde un punto de vista técnico, el programa está basado en tres actitudes básicas: La conciencia del corazón como centro, las pausas entre la inhalación y la exhalación y la indagación a través de la pregunta ¿Quién Soy?, todo esto con la intención de la desidentificación del ego, de todo lo que creemos que somos y poder acceder de forma directa a esta conciencia infinita que es amor, Yo Soy. Los temas se abordan desde diferentes tradiciones y filosofías, como el Cristianismo Místico, Budismo, Sufismo, Hinduismo, todas estas tradiciones unidas para llegar al punto único y esencial: El Amor. Y no el amor afuera, el amor dentro, el amor que somos, que nos funde en uno. Amor, Dios, Universo, Energía, como cada quien lo llame. No podía sentirme más afortunada por estar viviendo esa experiencia, desde muy chica siento que busco algo, siempre, esa sensación de búsqueda y por fin, con toda claridad, sentí que lo había encontrado, estar ahí sentada, conmigo, conectando con mi corazón me seguía llevando a la sensación de Confiar y aunque siga habiendo mucho por aprender, sé que estoy en el camino.
Todos los días hubo mucho aprendizaje, en general, me mantuve observando mucho mis resistencias, mis pensamientos, había momentos que la tendencia fatalista llegaba con toda sus fuerzas y entonces venía la pregunta ¿Quién Soy? y podía regresar a mi corazón. Quise estar muy presente con todo, sin cambiarlo, solo sintiéndolo aunque había veces que era más difícil salir de esos pensamientos.
Al tercer día amanecí con un dolor muy fuerte en la axila izquierda, no podía ni tocarme y estaba completamente inflamada. Me asusté pero no quise echarle mucha cabeza, desde el silencio quise sentirlo y reconocer lo que mi cuerpo estaba necesitando. Esperé que el siguiente día trajera mejoría, y lo que trajo fue el lado derecho igual. Con eso, supe que eran los ganglios, ¿Qué me querían decir? ¿Qué me estaban avisando o previniendo? Se fueron desinflamando poco a poco, lento, y aunque sentía mucho dolor, yo seguí mi práctica de yoga y mis actividades normales. Ahora que volví a México, fui a ver a la Doctora Bertha, mi querida maestra de Aplicación Mental y Ginecóloga, y me dio una explicación que resonó muchísimo en mi ser: “Los ganglios, además de avisar y prevenir, son filtros también, están conectados al sistema de “drenaje”, a los conductos que llevan aquello que ya no necesitamos. Los que están a la altura de las orejas y la garganta se encargan de esa área, es curioso que se te hayan inflamado los encargados de los órganos a la altura del corazón, algo limpiaron, algo liberaron.” ¡Uf!… Me encantó pensarlo así porque sí creo que el trabajo es integral, cuerpo, mente y emoción trabajando. Así que lo que fuera que en esa área estaba atorado, mal pegado, o lastimado, lo declaro liberado y purificado, gracias. Para el día de hoy, ya no hay nada de dolor y todo está en su dimensión normal.
Todos los días los sentí con mucha intensidad, la verdad es que no hubo ni un solo segundo que yo no quisiera estar ahí, al contrario, creo que el gran reto era volver.
Mi práctica de meditación fue avanzando, y aunque ningún día duré las dos horas seguidas, si conocí estados más profundos de meditación y de entregar, de rendirme, de soltar. Esta fue la segunda palabra después de Confiar: Ríndete.
El quinto día, en la meditación de la mañana, tuve una experiencia completamente nueva y maravillosa. En un momento sentí una enorme ligereza en mi cuerpo y una expansión de luz. Es difícil explicarlo con palabras, además de que siempre he pensado que esas experiencias van cambiando y nunca son permanentes pero me di cuenta que justo estaba confiando y rindiéndome. Me quería quedar ahí, mucha paz, mucho amor y una gran sonrisa. Eso mismo no volvió a suceder igual y traté de no aferrarme. Cada día fue algo distinto, hubo otros momentos más confortantes y de mucha mente pero trataba de estar completamente presente con ese enfoque al corazón y mucho cuidado y compasión con el proceso.
Ahora que escribo esto siento que podría seguir escribiendo más y más. Siento que todo fue un sueño y a la vez me doy cuenta de la intensidad y profundidad de todo lo que viví. Me asombra el poder de la energía y la conexión, convives con personas que no volteas a ver, con las que no hablas, pero cuando escuchabas un sollozo de alguien que se quebraba, llorabas también. Estamos conectados, sin duda, todo es energía. El último día, al cierre, se levantó el silencio y pudimos compartir experiencias, nos sentíamos uno, el ambiente estaba lleno de amor y gratitud, y aunque son personas que difícilmente volveré a ver (había gente de todo el mundo, Europa, Estados Unidos, Centro América) ya son parte de mi vida y les agradeceré por siempre.
Y para ir cerrando mi relato, ya estoy de vuelta. Quizá lo que más resistencia me daba era encontrarme alguna buena araña (hay unas muy grandes y sí vi un par, de hecho una me brincó al pie :/), pero lo que más, era quitar el modo avión de mi celular, sin embargo, al mismo tiempo, me explotaba el pecho por hacer contacto con la gente que amo, me sentía llena de creatividad y amor para seguir creciendo y compartiendo. Ha sido de las mejores experiencias de mi vida y para mí, el mayor reto, es que todo el crecimiento en mi práctica de meditación y de presencia, permanezca y se expanda en todos los aspectos de mi vida. La congruencia es un pilar imprescindible para mí y sin duda uno de mis más grandes valores. Así que aquí en eso estoy, con nostalgia de lo vivido, llena de gratitud e integrando con amor y paciencia la experiencia. Gracias infinitas a todos los maestros iluminados que vienen a inspirarnos con sus mensajes de amor y a guiarnos. Al maestro Ramana Maharshi quien inspiró a grandes seres para la creación de este lugar.
Si leíste hasta acá, muchas, muchas gracias. Gracias por ser parte de este Proyecto AYA que vive y crece desde el amor. Y sin duda, si un día sientes ese impulso por poner distancia, no dejes de escucharte, no hay mejor manera para poner orden que creando un espacio de calidad y amor contigo. Si no es un retiro en silencio, puede ser una salida al campo, unas horas en un parque, sentarse en un café a escribir, una escapada a la playa, no sé, un lugar en donde sepas que estás construyendo la mejor relación de tu vida: La relación contigo. Lo demás, a partir de ahí, se da solo.
Grace.

En la sesión de cierre. Mis maestros, David & Iris y mis queridos compañeros de silencio, hasta siempre. Gracias, gracias, gracias.
goals!!
🙂
Qué maravilloso experiencia, desde el amor y la conjunción de luz que irradiaron todo lo que estuvo presente para volver a ti. Agradecida por todo lo compartido 🦋 un abrazo y namasté